Querido Fernando:
Te acordarás de (...), aquel que se autopublicó su primer libro de poemas. Qué indignidad. Hacerlo por primera vez con uno mismo es un triste acto de desvirgamiento onanístico, en el terreno editorial, claro. Además, creerse un poeta tan excepcional que el mundo no pueda pasar sin conocer tus creaciones va un poco más allá de la soberbia, como a unos142.700.000 kms. Sí chaval, eres el astro rey, pero nadie había reparado nunca en tu brillo, qué cosas.
Bueno, a lo que iba antes de la digresión: pues resulta que hace unos días volví a ver su nombre en una edición de varios autores contemporáneos y, recordando lo mal que me caía en sus comienzos, decidí releer algo suyo para comprobar si mi vehemencia juvenil me cegaba el juicio filológico. No es que tuviera muchas dudas al respecto, ya sabes que siempre he tenido buena nariz para detectar a los malos poetas o a los que simplemente no lo son. Pero bueno, también reconozco que mi nivel de visceralidad ha decrecido con los años y eso habrá dimensionado mi nariz (no te rías). Total, que tras ver un número conveniente de poemas suyos -los justos para que no me subiera el azúcar-, el veredicto autolesivo es el siguiente:
Como vuelva a leer una sola vez más la palabra eterno en un poema, me saco los ojos. Qué empacho de oquedad terminológica. Fatiga.
Un abrazo, Joaquín.
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Un abrazo eterno.
ResponderEliminarQué arte, Ramón.
ResponderEliminarUn abrazo interminable.